Antonio Rodríguez es el alma de la banda sonora del centro de Trujillo de ASPACE Cáceres. Amante de la batería, a sus 53 años, este vecino de Conquista de la Sierra lleva toda una vida perfeccionando su técnica instrumental, disfrutando y haciendo disfrutar a los demás en cada actuación que protagoniza. Lo que siente es una mayúscula pasión por el ritmo. Javier Teijón, músico de carrera e integrante de la banda King-Kombó, se encarga, desde hace algún tiempo, de impartirle clases particulares. El joven, nacido en Madrid pero con raíces extremeñas, aclara que Antonio “tiene un talento innato”, y él sólo le ayuda a pulir algunos detalles. “Es uno de mis mejores alumnos”, destaca.
Pregunta. Para quien no le conozca, ¿cómo se define Javier Teijón?
Respuesta. Prefiero que me defina lo que hago, mis actos. Toco la batería, doy conciertos, imparto clases, me gusta relacionarme con la gente y echar un cable cuando es necesario. Por tanto, soy una persona activa, amante de la música, la vida y la sociedad.
P. Háblenos de su grupo, King-Kombó
R. Es un grupo de música moderna, quizá podría encajarse dentro del estilo fusión. Todos éramos alumnos del Grado Superior de Jazz en Madrid, tutelados por el gran saxofonista Bobby Martínez, quien nos acunó. Dada la calidad de las canciones y el grupo humano, decidimos seguir hacia adelante. Por suerte, la cosa funcionó y empezaron a salirnos festivales, conciertos… Ahora estamos preparando un disco.
P. ¿Por qué eligió tocar la batería?
R. Hay una anécdota muy divertida que lo explica. Mis padres me apuntaron con cinco años a aprender a tocar la flauta travesera. En la clase contigua, se daba percusión. Mi profesor observó que mis pies iban marcando el pulso de los ritmos que hacían los compañeros en el aula de al lado. Y claro, entendió que debía cambiar la flauta por las baquetas.
P. ¿Cuáles son sus referencias musicales?
R. Son incontables. Empecé interesándome por los clásicos: Mozart, Bach, Beethoven… y luego me fui fijando en la música del siglo XX, que eran composiciones más rítmicas, no tan basadas en la tonalidad sino abiertas a un abanico de colores con más opciones. Al final me enfoqué en el jazz, aunque prefiero llamarlo “música moderna” o “música actual”. En este género, tomo como referencia a genios como Miles Davis. Sí es verdad que tengo ídolos de otras ramas: Bob Marley, por ejemplo. También me encanta la música electrónica y el rap, sobre todo el de contenido social. Por supuesto, no puedo olvidarme del folclore. En definitiva, me gusta disfrutar de la música en todas sus vertientes.
«Lo suyo es el ritmo, desde el principio lo tenía muy claro»
P. Siendo usted madrileño, ¿qué le lleva a Conquista de la Sierra?
R. Es el pueblo de mi familia. Antes de vivir aquí, venía todos los años. Después de terminar la carrera en Madrid quería vivir otra experiencia, más sosegada, que me permitiera desarrollar todo lo aprendido durante la carrera. Con la pandemia, sin la posibilidad de dar conciertos en Madrid y pudiendo mantener mi trabajo de profesor, opté por cambiar a una vida en la que la relación con las personas con las que compartes entorno es mucho más estrecha. Además, otro punto a favor es que la naturaleza de esta zona, y de Extremadura en general, es impresionante.
P. ¿En qué momento surge la posibilidad de dar clases a Antonio Rodríguez, usuario de ASPACE Cáceres?
R. Antes de conocernos, él ya tenía una batería. Siempre que venía al pueblo de vacaciones, insistía en que fuera a ver cómo tocaba. Al principio, le ayudaba a afinar el instrumento y le daba algunos consejos. Cuando me vine a vivir aquí, fui a verle, y hablando con su familia surgió la idea de apuntarse a clases. Su hermano «Kiko» también es alumno mío. La batería es la pasión de Antonio, disfruto mucho enseñándole.
P. ¿Tenía alguna experiencia previa en la enseñanza musical?
R. Empecé a dar clases con 17 años en la academia Liceo Sur, en Parla. Mis padres son profesores y la docencia siempre me ha parecido muy interesante.
P. Y Antonio, ¿cuánto tiempo llevaba tocando antes de coincidir con usted?
R. Él, desde pequeño, siempre ha tenido esta pasión. Su familia me ha contado que cogía latas y, con pinceles o palillos, improvisaba una batería. Incluso, en algún concierto se subió a tocar. En las orquestas de baile, siempre se fijaba en el baterista. Lleva la percusión por dentro y es una gran satisfacción poder ayudarle a que siga desarrollando su potencial.
P. ¿Qué valoración hace de la evolución de Antonio desde que empezó hasta ahora?
R. En una palabra: increíble. Es uno de mis mejores alumnos. Desde el primer día, conectamos muy bien, y pude, poco a poco, ir conociendo el método para que él aprendiese de la mejor manera. Realmente, yo no le explico nada, Antonio tiene un talento innato el cual yo le ayudo a pulir. Es curioso que, teniendo algo de sordera, su oído musical sea tan avanzado.
«Antonio tiene un talento innato»
P. Los que no estamos dentro del mundo de la música, desde fuera apreciamos que es un instrumento que exige una enorme capacidad de coordinación… y de concentración, por supuesto.
R. Total, ya lo comentamos antes. Una de las cosas que más le suele costar a la gente es hacer una actividad distinta con cada mano. Imagínate si tienes que involucrar también a los pies. La batería te exige mover las articulaciones no sólo en la dirección que quieres, sino en el momento adecuado.
P. ¿El baterista nace o se hace?
R. Es la pregunta del siglo. Yo creo que ambas, no hay sólo un camino para llegar a ser un buen baterista. Puedes nacer con un talento por el ritmo brutal, pero hay que trabajarlo. No porque nazcas con él vas a ser bueno. Como no aprendas a estudiar y a desarrollarlo, se pierde con el tiempo. La mejoría en la música es equiparable a los deportes de alto rendimiento. La batería, en concreto, funciona por memoria muscular. Tienes que enseñar a tu cuerpo a repetir lo mismo mil veces hasta que lo haga de una manera natural.
P. ¿El instrumento está, en cierta medida, ligado al carácter de la persona que lo toca o son independientes?
R. A medias. No existe un carácter común de los bateristas, saxofonistas o músicos de cualquier instrumento. Sí es verdad que hay una serie de factores que ayudan a adivinar si una persona toca la flauta o la guitarra eléctrica, por ejemplo. Las capacidades que te da tu instrumento pueden desarrollar en ti una manera concreta de pensar.
P. Aún conservo en algún rincón de mi casa una baqueta del baterista de Hombres G, Javier Molina, ¿usted también las lanza al público después de un concierto?
R. En los de jazz no tanto, pero cuando trabajo en orquestas de baile o toco en grupos de rock, la gente lo pide. Depende mucho de la situación de cada uno, piensa que cada baqueta cuesta un dinero. Ojalá tuviese para repartir a todo el mundo. Es una experiencia divertida tirarlas al público después de una actuación, aunque hay que tener cuidado y no lanzarlas muy fuerte, a ver si vas a hacer a alguien “un apaño” sin querer (ríe).
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